Christine Spengler: una fotógrafa francesa de Madrid
Toño Antón, 12 de septiembre de 2018
Su
relación
con
la
fotografía
ha
sido
tan
intensa
que,
como
ella
misma
dice
en
el
documental
«Moonface,
una
mujer
en
la
guerra»
(Xavi
Herrero
y
Lucía
Ortin,
2018)
,
le
parece
haber
nacido
cuando
tomó
su
primera
fotografía,
esta
que
vemos
a
la
derecha
y
que
retrata
a
dos
militares
en
el
Chad
agarrados
de
la
mano
camino
a
la
batalla.
Ya
no
era
una
niña
Christine
en 1970, sino una joven de 23 años, pero que sí nacía para dos nuevos mundos que hasta entonces no conocía: el desgarrador de las guerras y el maravillso de la fotografía.
Esta
primera
imagen,
que
tomó
en
1970,
cuando
tenía
23
años
y
ninguna
relación
previa
con
la
fotografía,
la
hizo
inmediatamente
conocida
y
la
unió
para
siempre
con
este
arte
tras
ser
publicada
por
Juan
Luis
Cebrián
en
el
diario
Informaciones
,
como
ella
misma
explica
habitualmente.
Pero
antes
esta
suerte
editorial
y
profesional
que
le
abría
las
puertas
de
la
fotografía
en
general,
le
sedujo más la necesidad de mostrar las consecuencias de la guerra desde dentroque la de ser simplemente fotógrafa.
Así
Christine
Spengler,
criada
y
crecida
en
España
hasta
poco
antes
de
su
despertar
fotográfico
y
tan
unida
a
nosotros,
es
una
de
las
fotorreporteras
francesas
que
me
más
satisface
mostrar,
más
sabiendo
de
primera
mano
que
es
bastante
desconocida
para
la
mayoría
de
los
fotógrafos
y
empezando
con
una
foto
tan
emotiva
y
evocadora,
que
abre
un
amplísimo
campo
a
las
interpretaciones….
Si
esta
primera
foto
muestra
el
antes
de
la
batalla,
con
todas
sus
incertidumbres,
la
siguiente
(que
por
cierto
recuerda
enormemente
a
una
hecha
por
Robert
Capa
tras
la
Guerra
Civil
Española,
creo
recordar
que
en
Sevilla)
muestra
Irlanda
de
norte
en
pleno
confilcto,
aunque
dulcificado
por
la
ilusión
y
limpieza
eterna
de
los
niños.
El
niño
que
saca
la
lengua
y
todas
las
sonrisas
sobrepasan cualquier mal momento.
La
última
toma
representa
lo
único
bueno
de
las
guerras,
que
todas
acaban.
Una
mujer
vietnamita
sonriente
y
generosa
ante
las
botas
de
despedida
de
los
soldados,
siempre
más
verdugos
que
víctimas.
Una
composición
donde
la
protagonista
es
realmente
esta vietnamita desconocida, protegida y respetada.